Canarias a tenido tradicionalmente, historias plagadas de brujas, encantamientos y seres sobrenaturales, que forman parte del acervo cultural de nuestras islas. El sincretismo producto de la fusión del catolicismo y la religión aborigen, conforman el mundo mágico-religioso, de las gentes de nuestros campos.

Dentro de estas creencias, hay una figura poco estudiada dentro de nuestro folclor,y que fue importantísima en las sociedades campesinas del siglo XVII hasta mediadosdel siglo XX. El “animero”, como se le conocía popularmente, era el encargado de mediar entre las animas de los difuntos y los vivos. Fue una actividad desarrollada principalmente por hombres, frente a un porcentaje menos de mujeres, dándose el caso de que dependiendo del sexo del anima, era tratado por un hombre o una mujer. Las animas, son los espíritus de los difuntos que según la creencia popular, murieron en pecado mortal o con alguna deuda adquirida en su vida terrenal. Estas pueden ser desde misas por el descanso de su alma, o bien asuntos de índole social.

En el caso de las almas que necesitaban esas misas para el descanso en el mas  allá, los espíritus se manifestaban a sus familiares, creando toda clase de fenómenos paranormales, ruidos, quejidos, leche que se corta, incluso la desaparición de pequeños objetos de la vida domestica. Para los espíritus a los que en vida tenían deuda, normalmente de tipo material, los fenómenos podían llegar a la posesión de las personas vivas, creándole todo tipo de enfermedades al afectado, por este “arrimo de alma”, como se le conoce en la tradición. Es en estos casos cuando los campesinos, asociando estos signos de hechos inexplicables, a algún familiar o conocido difunto, recurrían al animero para que los ayudara a solucionar el problema. 

El animero para este menester, contaba con todo un magisterio, sobre la cuestión. Aparte de sus dotes naturales para la mediumnidad, que según el saber popular, adquirían desde que este ya estaba en el vientre materno, pues se le solía “escuchar llorar en la barriga de su madre”, poseía el conocimiento de plantas con poderes curativos e infinidad de medios para, desde identificar el sexo del “alma arrimada”, pasando por las motivaciones de el espíritu para molestar a familiares y vecinos según fuese el caso. Curiosamente es en Tenerife y concretamente en su comarca norte donde mas casos de animeros hemos encontrado, sin descartar otras partes de la isla, pero si ser en  la que hemos centrado nuestras investigaciones de campo. 

Por lo que sabemos, esta actividad hunde sus raíces en los ritos aborígenes de culto a los muertos, aunque documentalmente los hayamos en los procesos del Santo Oficio, que contra algunos de estos personajes se instruyeron. Ya en los años 1789-1790 encontramos unos legajos escritos por unos monjes de la orden Capuchina, que en aquella época predicaban por la comarca norte. De sus impresiones sobre la figura del animero, podemos leer lo que de ellos pensaban estos monjes, catalogando a las personas que ejercían tales practicas de “malvada raza de animeros” y su saber considerado por ellos como “….erráticas y falsas creencias, muy próximas a coincidir con la herejía de la trasmigración de las de las almas de difuntos”. 

La primera causa instruida que hemos investigado en los archivos de la Inquisición con cargos a un animero, acusado de hechicería y pacto con espíritus, es la que se siguió contra el señor Salvador Martín en el año de 1737. Tenia 67 años, vecino del pueblo de Icod y vivía, según las acusaciones, “.... de interceder entre los vivos y animas, aparte de ejercer practicas curanderiles”.

Era conocido en su localidad como “El viejo de las animas” o “El medico del purgatorio”, y en sus interesantes declaraciones ante el comisario del Santo Oficio, se desprende algo mas de luz sobre las practicas de estos individuos, en las que se lee “…….que las animas, tenían el purgatorio, no en otro mundo sino en este y que habitan en parajes naturales y otros en los lugares donde vivieron siendo vivos, y que molestaban para pedir sus deudas y recados, hasta que el les enviaba al cielo mediante rezos…….”, en otras declaraciones seguimos leyendo “……..los espíritus son unos buenos y otros se hacen acompañar por demonios, estos son los que se meten en los cuerpos de los vivos, por los dedos de los pies mientras duermen, estos espíritus son malignos por su compaña, y causan enfermedad y padecimientos a quien se arriman y el libera al vivo de tales espíritus mediante unos exorcismos que conoce………”. Para saber si una persona esta afectada por “anima arrimada”, el señor Salvador Martín, nos describe sus métodos “………que para el saber si hay un anima arrimada, usa unos métodos, que son mirarle las aguas (orines) al afectado, le mira la sombra con una vela, mandarlos a revolcarse en la tierra para ver la figura que tenia el anima en vida, hacer santiguados, sahumerios y encargar plegarias, especialmente al espíritu santo……”.

Estas prácticas cayeron en desuso en los años 50 del pasado siglo. Pero permanecen en la memoria de nuestros campesinos más ancianos, y que fue sin lugar a dudas una figura importantísima en sus comunidades. Sirvan estas líneas escritas por el comisario inquisidor, para el Santo Oficio y que no da una idea de la relevancia del animero en la opinión de sus vecinos: 
“………….en tanto que las gentes de estos campos, son ignorantes y tienen toda suerte de creencias paganas, al sol, la luna y espíritus de todas clases y están en la inteligencia de que el dicho Salvador Martín es un santo, y cura las enfermedades que los dichos espíritus ocasionan a los vivos………”.  
 
Hoy es nuestro deber, rescatarlas del olvido, para que nuestras generaciones futuras, tengan la oportunidad de conocer el riquísimo patrimonio cultural de estas islas, pues como reza un proverbio chino “Un pueblo sin pasado, es como un árbol sin raíces”.

Texto: Fernándo Hernández Imagenes: Canarias.com

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